Cada uno de nosotros es único por genética, historia, sensibilidad, por su propia forma de ser, de vivir y de enfermarse. Por esta razón, un mismo suceso puede no tener consecuencias para algunos, mientras que en otros puede desencadenar enfermedades. No se trata de la objetividad del hecho que consta, sino de la subjetividad que se vuelve trauma y luego trastorno, patología de la mente y del cuerpo. Es indispensable un enfoque atento a la persona, donde prevalezca su nombre por encima del nombre del diagnóstico que la acompaña. Buchelard decía que cada uno de nosotros es el nombre que lleva consigo. Para curarse hay que volver a identificarse con el propio nombre y dejar de ser la enfermedad. El nombre del diagnóstico no sirve, más bien es un problema que hay que superar cuando nos identificamos con él. Es necesaria una observación atenta de los síntomas porque son ellos la verdadera representación del problema. Una rigurosa y diversificada formación profesional y personal me lleva a pensar que esa DIFICULTAD DEL MOMENTO en la vida, se debe afrontar en razón de una exigencia específica y que esta tiene que corresponderse con instrumentos escogidos por esa persona y para ese momento específico. El buen cazador sabe escoger la flecha adecuada de entre todas las que lleva en su carcaj. Evaluará el viento, la distancia, la presencia de obstáculos y la potencia de su arco. Su elección y su mira determinarán el resultado. Luego será como bajar por un torrente caudaloso con rápidos y rocas afiladas, pero remando juntos en la misma canoa. Yo me ocuparé del timón y juntos sabremos superar las dificultades y se alcanzará la meta. Las puertas de la vida no se abren con fatiga y acciones de fuerza, sino reconstruyendo una llave extraviada. El bisturí le sirve al cirujano para cumplir un pequeño pero fundamental gesto que salva una vida, luego de un atento análisis sobre la acción a desempeñar. No hace falta mucho tiempo; el pasado permite solo entender el presente y el futuro no ha llegado aún. No es necesario dedicar mucho tiempo a ese pasado, es en el presente donde hay que encontrar la solución. No hace falta justificarse en la incapacidad de los demás, ni culpar del proprio malestar a los otros. El sentido de responsabilidad nos hace mejores, la culpa nos ancla en el pasado y es origen de sanción, generando siempre dolor e infelicidad. Es necesario un proceso terapéutico capaz de llevar a conclusiones diferentes en el juicio sobre la propia vida. Una nueva manera de pensar que, como decía Albert Einstein, conduzca a la solución de los problemas generados por una manera de pensar anterior. De ahí la curación, primero de la mente y después del cuerpo. En la sala de espera de mi consulta hay una frase de William James, psicólogo americano de los primeros años del siglo XX quien decía: El principal descubrimiento de mi generación es que el hombre puede cambiar su vida cambiando sus propias actitudes. Mi tarea es ayudar a ver las cosas, como diría Proust, con una nueva mirada, lo cual consentirá ese cambio de actitud.
Suelo pensar que quien entra por primera vez a mi consulta tiene un problema, mientras que cuando sale, desde ese momento, ambos tenemos un problema… y juntos lo vamos a resolver.
Las palabras son como semillas que hacen nacer una nueva condición.